Los resultados de los comicios del 6 de junio apenas están develando muchas tramas que aún no tienen final, pero sí algunas lecturas iniciales:
La operación política de los gobernadores priistas para mantener el poder en sus entidades fracasó y salvo Alfredo del Mazo en el Estado de México y Miguel Ángel Riquelme en Coahuila, pudieron franquear ese obstáculo con sus asegunes, cosa que sus pares no lo lograron en los ocho estados que gobiernan aún.
Los resultados de los comicios del 6 de junio apenas están develando muchas tramas que aún no tienen final, pero sí algunas lecturas iniciales:
Los mandatarios estatales del tricolor subestimaron el reparto de billete al electorado por parte del Gobierno Federal y por otras fuerzas fácticas que se extienden en varias regiones del país, como el crimen organizado, quien participó con todo en apoyo de aquellos candidatos que les garantizaba no solo la permanencia de sus negocios, sino su expansión.
Desde luego, los malos gobiernos priistas también fue otra de las razones que provocaron que el electorado les propiciara un doloroso revés, sin embargo, en esta reflexión existen algunas contradicciones, porque varios de los gobernadores perdedores como Claudia Pavlovich, de Sonora y Quirino Ordaz, en Sinaloa, fueron de los mandatarios mejor evaluados por sus paisanos, a lo largo de su gestión.
Otra razón de peso que inclinó la balanza a favor de los abanderados de Morena en los estados, fue el voto corporativo ejercido, tanto del ejército como de la Marina, además de centrales de sindicatos, quienes como en los viejos tiempos de la dictadura perfecta, salieron a votar y en muchos casos a operar en las casillas directamente.
Ante la cascada de impugnaciones en los tribunales electorales locales, se verá como en gran número de casillas se rebasó el número de boletas depositadas en las urnas, de la lista nominal de empadronados.
Los votos nulos también llaman la atención en varias entidades, en virtud que estos, en muchos casos, rebasaron la diferencia entre el ganador y los perdedores, motivo por el cual se impugnaron para exigir el recuento de voto por voto y casilla por casilla.
Los gobernadores priistas perdedores siempre estuvieron alineados a la cúpula nacional de su partido, es decir a Alejandro Moreno y la gavilla de secuaces que tienen tomado el edificio de Insurgentes Norte, por lo que la responsabilidad de la derrota debe estar compartida entre todos los perdedores.
La debacle del PRI hubiera sido de proporciones mayúsculas si la población no estuviera tan decepcionada de Morena y del mismo presidente de la república, razón por la que votó por los candidatos de la coalición integrada por el PAN y el PRD, además claro está por los tricolores.
Es decir, la mayoría de los candidatos del PRI que resultaron triunfadores, obtuvieron ese triunfo debido a que los electores castigaron al partido en el poder; y no porque las propuestas del Revolucionario Institucional y sus candidatos fueran las mejores.
No hay que equivocarse en el diagnóstico, el PRI perdió y de fea forma por lo que, se requiere, en primera instancia, la renuncia de sus principales líderes nacionales, comenzando por “Amlito” y enseguida, la refundación de un organismo político que va en franca picada y que de no surgir un candidato de polendas para la elección presidencial, pues difícilmente podrán conservar sus prerrogativas como partido político nacional.
Ahora, ante el anzuelo que les ha tirado el presidente López Obrador a los nuevos diputados del PRI para sumarse a Morena en la aprobación de las reformas constitucionales que requieren la mayoría calificada, la ciudadanía estará muy pendiente por si llegan a tragarse la carnada que les tiran desde el poder.
La gente está decepcionada de los partidos políticos, pero dispuesta a participar en democracia para remover a los malos servidores públicos y ahora no se detendrá ni en la revocación de mandato ni en la presidencial del 2024, así que señores de los partidos políticos y en este caso del PRI, sino llevan a cabo los ajustes necesarios y la reorientación del rumbo, pues sus días están contados en el ánimo de las mayorías.
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