Adrián Rueda – Capital político

Para quienes no entienden cómo es que en menos de tres años Morena perdió el apoyo que tenían en la Ciudad de México, la respuesta es muy simple: sus alcaldes y diputados dilapidaron el capital político que les regaló el entonces candidato Andrés Manuel López Obrador.

El hastío hacia los gobiernos anteriores y la promesa de acabar con la corrupción y sacar al país adelante con el apoyo del pueblo fue suficiente para que la gente decidiera apoyar a cuanto candidato impusieron los morenos, sin importar sus fichas.

Curioso que el cambio lo prometieran los mismos que habían participado en gobiernos anteriores, de los que habían salido precisamente por corruptos. Morena se llenó de la peor escoria que había sido desechada por los demás.

Pero la fuerza de un candidato que tenía varios años en campaña, y cuya promesa principal era acabar con la corrupción y defender a los pobres, bastó para que sus nuevos aliados fueran redimidos y sus expedientes quedaran rechinando de limpios. Buena parte de la gente se formó altas expectativas con el nuevo partido, y fue por eso que la inmensa mayoría de quienes compitieron bajo sus siglas arrollaron en las urnas. No entendieron que el triunfo no se debió a ellos, sino a una ola de esperanza que los bañó a todos por igual.

Pero una vez redimidos, en lugar de aprender del pasado y trabajar para cumplir con sus promesas de campaña, regresaron a lo único que saben hacer: formar una nueva clientela política, robar y, montados en su soberbia, ejecutar sus venganzas.

Obviamente, eso no era lo que esperaban los electores que votaron por ellos. Se dieron cuenta de que no sólo eran iguales, sino incluso peores por esa sed de revancha; los nuevos morenos creyeron que el crédito que les consiguió López Obrador sería para siempre.

Si ahora no prenden en sus territorios es porque hicieron pésimos gobiernos y porque su gran benefactor político no estará esta vez en las boletas. A pesar de ello, muchos siguen montados en la soberbia, repitiendo como loros que llegaron con 30 millones de votos.

La mayoría apuesta porque los mensajes que todos los días salen de las conferencias mañaneras les alcanzará para mantenerse en el poder, al menos, otros tres años. Siguen pensando que el Presidente tiene que hacer campaña por ellos, como fue en 2018.

Los que se mantienen arriba en las encuestas es porque desviaron muchos millones de pesos del presupuesto para fortalecer su clientela electoral. Esa masa a la que no le importa quién los gobierne, siempre y cuando les dé dinero y negocios.

Afortunadamente para Morena, chairos aún sobran en la CDMX para asegurar su mayoría, aunque ya no aplastante. Seguramente los morenos dependerán más de sus satélites en Donceles, que estarán felices de jugar el papel de bisagras, lo que les dará grandes dividendos.

La razón por la cual Morena no prende es porque son malos, corruptos, soberbios… y casi huérfanos.